Kubrick i els escacs
Le desagradaban las habituales referencias a su época de "ramera del ajedrez" en la época que vivía en Greenwich Village, como si eso impugnara la seriedad y la belleza del ejercicio, la sugerencia de que jugaba pour le sport, o, más correctamente, pour l'art. Ganar la partida era importante, hacerse con el dinero era irresistible, pero no era nada comparado con la partida, con la acción incesante y minuciosa de trabajar en la partida. Pero naturalmente lo hacía por dinero, siempre lo hacía todo por dinero; al hacerse mayor y pasar de la fotografía al cine, el ajedrez se tornó películas, y las películas se convirtieron en ajedrez por otros medios. Dudo que jamás considerara el ajedrez sólo un juego, o ni siquiera un juego en absoluto. Imagino que muchas de las personas que se sentaban al otro lado del tablero se quedaban derretidas, fritas y hechas pedazos cuando Stanley dejaba que sus ojos dejaran escapar aquel gélido tayo que transmitía su mirada escrutadora y su penetrante inteligencia; ellos habían ido a jugar una buena partida de ajedrez, y de pronto Stanley pensaba por los dos.
Kubrick de Michael Herr (Anagrama, 2001, p.36-37)
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